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viernes, 31 de julio de 2015

Escapada a pueblos de Bretaña 1ª parte

Iremos a la Bretaña francesa donde la mayoría de pueblos son muy pequeños y pueden visitarse en un par de horas. Las distancias son cortas y sí os gusta conducir, disfrutaréis con las vistas y las estupendas carreteras, de modo que los viajes no se hacen pesados ni aburridos. Además, de vez en cuando se descubren lugares fabulosos y rincones llenos de encanto, como detenidos en el tiempo, donde todo permanece como en la Edad Media.

Dinan

Este maravilloso pueblo de ensueño, fue uno de los que más nos gustó. Con casi tres kilómetros de murallas y casas muy antiguas que nos recordaron a la aldea de Asterix. Por su río navegable, el Rance, podemos realizar un paseo hacia el estuario.


Lo más interesante es subir al casco antiguo por la pintoresca calle Jerzual desde el puerto, es muy empinada pero hay bancos para ir descansando. Entre los siglos XIV y XVIII la calle estaba repleta de tejedores, curtidores... En la actualidad es una visita imprescindible que nos permite viajar en el tiempo ante los talleres-tiendas de artesanos vidrieros y doradores de madera.


Llegaros hasta la Basílica de Saint Sauveur del siglo XII, con influencias bizantinas, persas y romanas, cuya particularidad es su asimetría, nunca fue acabada. Durante la Guerra de los Cien Años, Du Guesclin dedicó su vida a liberar primero Normandía y luego Bretaña, su corazón reposa en la Basílica. Pero sí hubo un personaje que hizo famosa esta ciudad fue la reina Ana de Bretaña que en el siglo XV decidió retirarse a ella tras la muerte de su esposo, el rey Carlos VIII.


El castillo con su Torre del Homenaje guarda un museo. En la parte alta, las casas medievales de entramados de madera realizadas en prominencia completan la visita de esta localidad con tanto carácter medieval. La Tour L'Horloge en el centro de la villa, una torre del reloj del siglo XV cuyas campanas suenan cada cuarto de hora. Place des Cordeliers y Place des Merciers, llenas de casas de madera acabadas en forma de triángulo puntiagudo, testigos de la riqueza que vivió esta ciudad.


Dinan celebra cada año, a finales de julio, una fiesta medieval llamada Fête des Remparts, en la que la gente se viste con trajes de época y se organizan juegos y torneos, la ciudad se llena de puestecillos de artesanía, trajes, comida. La fiesta termina con un largo desfile. Vale la pena acercarse para verlo.

Para dormir
Hotel Arvor

Este hotel que recomendamos está muy céntrico y ofrece habitaciones muy acogedoras y románticas. Desde 100€ la habitación para dos personas.


5 Rue Auguste Pavie - +33 2 96 39 21 22
Y para comer, Galettes, especie de crepes grandes salados o dulces, rellenos de variedad de ingredientes regados con la rica sidra Bretona.


Saint Michel

Uno de los lugares más visitados de Francia es la impresionante Abadía de Mont-Saint-Michel que está situada junto a la Bretaña aunque pertenece a la Normandía, concretamente a la región de la Mancha. La Abadía, construida en el año 708, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.


Aparte de su belleza, una de las cosas que más turistas atrae son sus impresionantes mareas. Este pequeño monte está rodeado por el mar de un lado y tierra por otro, aunque ocasionalmente queda recubierto por la marea completamente y se transforma en una isla. Hay que visitarlo de buena mañana, a poder ser hacia las 9, porque luego se llena de turistas y resulta agobiante. Dejamos el coche en el parking a 2,5 kilómetros, unos 6€ dos horas y con un pequeño autobús lanzadera gratuito que nos acerca a la AbadíaAunque la mayoría de salas que veremos son diáfanas e incluso frías, la Abadía impresiona desde dentro tanto como lo hace desde fuera por sus dimensiones y lo intrincado de su ubicación sobre las rocas. El precio de la entrada es de 9€.


La visita al Mont Saint Michel se hace perfectamente en un par de horas. En el pueblo encontraremos 5 hoteles, casi una decena de bares o restaurantes y numerosas tiendas de souvenirs o artesanía. De camino a la salida encontraremos granjas donde venden patè de oca.


El litoral con sus grandes playas al oeste se vuelve más salvaje.
Cancale

En el siglo XIX los marineros zarparon hacia Terranova y dejaron a sus esposas a cargo del pueblo. De esa época procede la franqueza y la honestidad que caracteriza a las cancalesas del barrio antiguo. Las idas y venidas de los barcos, el trabajo de los ostricultores y el ritmo de las mareas animan continuamente el puerto y sus espigones. La ostra de Cancale se caracteriza por su sabor derivado de la riqueza del plancton de la Bahía de Mont Saint Michel, el precio depende de su tamaño pero os podéis dar un capricho. Podrás comprobarlo compartiendo un plato sentado junto a los puestos del mercado de ostras. O sí lo prefieres, en uno de los múltiples restaurantes que bordean los muelles.



Saint Malo

Una impresionante ciudad fortificada, elegante y con magníficas playas. Lo primero que hay que hacer es recorrer toda la muralla que la rodea y disfrutar de las vistas. La parte interior de la muralla es preciosa, con casas entramadas, monumentos, calles empedradas con edificios que en su mayoría fueron reconstruidos tras los bombardeos de 1944.


Vale la pena entretenerse en su casco antiguo y comer en alguno de sus animados restaurantes.


Desde la entrada a la ciudad párate en una terraza de la plaza Chateaubrinad ya que en Saint Malo se encuentra la tumba del escritor. Con la marea baja, un pasillo de arena une tierra firme con las islas del Grand Bé y del Petit Bé.


De aquí zarpó en el siglo XVI, Jacques Cartier para descubrir Canadá, así como los barcos pesqueros que llegaron a Terranova. Los armadores hicieron fortuna y la ciudad prosperó.
En el siglo XVIII, los corsarios Duguay-Trouin y Surcouf reafirmaron el prestigio de Saint Malo, cuyo estandarte flota por encima de la bandera francesa. La época de los corsarios ha acabado pero siguen celebrándola a su manera y no sorprende que la ciudad acoja la Ruta del Ron y la transatlántica Québec-Saint Malo.

Para dormir
Hotel Colombier

Sí queréis dormir en un Chateau a un precio económico de 139€.

Para tomar un café o un chocolate, un lugar muy curioso, lleno de historia y de recuerdos es "Le Café du coin d’en bas de la rue du bout de la ville d’en face du port", aunque también es conocido como
La Java. Ha permanecido abierto desde el año 1820 y su propietaro, Jean-Jacques Samoy, afirma ser descendiente directo de piratas. El café no tiene desperdicio como podéis ver en las imágenes, está decorado con cientos de muñecos, títeres y autómatas antiguos.
Se encuentra en el número 3 de la Rue Saint Barbe.